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criticas

 

Así como todos somos admirables en alguna medida, todos somos criticables también. Si le buscas defectos morales a San Francisco de Asís, seguro los encuentras. Si le buscas salidas tontas a Albert Einstein, de seguro también se las encontrarás.

Ahí está precisamente la clave del asunto: cada quien ELIGE qué ver y qué no ver en los demás. Generalmente esa elección está asociada a la forma como la persona que evalúa se percibe a sí misma. O sea: si se aprecia y rescata lo bueno de sí mismo, también verá lo bueno en los demás. Y al contrario.

Lo que sucede en el fondo es que las fallas de los demás, de manera inconsciente, les recuerdan sus propias fallas. No toleran en los demás lo que no toleran en sí mismos. O, en otras palabras, proyectan en los demás sus propias fallas, para no sufrir la herida narcisista de reconocerlas en ellos mismos.

La crítica por la crítica misma, casi siempre entraña una proyección. O sea, es muy usual que se critique a los demás por ser los portadores de rasgos que no nos gustan de nosotros mismos. Pero no lo hacemos adrede, simplemente no hemos hecho consciente que esto nos ocurre.

Vale la pena que estemos atentos a aquello que no soportamos de los otros. Si agudizamos nuestra observación, probablemente nos daremos cuenta de que esa intolerancia habla más de nosotros mismos que de los demás.

De la misma manera, cuando somos criticados no debemos tragar entero. Sería aconsejable que pensáramos en por qué esa persona eligió ver ese elemento negativo de nosotros. Es muy probable que lleguemos a la conclusión de que su crítica, en realidad, apunta hacia un territorio oculto de ellos mismos, y no hacia nuestra conducta.

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