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El sentimiento de culpa

El sentimiento de culpa es considerado como una emoción negativa que, si bien a nadie le gusta experimentar, lo cierto es que es necesaria para la correcta adaptación a nuestro entorno. Muchos autores coinciden en definir la culpa como un afecto doloroso que surge de la creencia o sensación de haber traspasado las normas éticas personales o sociales especialmente si se ha perjudicado a alguien.

La culpabilidad, por tanto, surge ante una falta que hemos cometido (o así lo creemos). Su función es hacer consciente al sujeto que ha hecho algo mal para facilitar los intentos de reparación. Su origen tiene que ver con el desarrollo de la conciencia moral, que se inicia en nuestra infancia y que se ve influida por nuestras diferencias individuales y las pautas educativas.

Existen personas que confunden esta emoción con la vergüenza, incrementando su malestar emocional, ya que al mezclar ambos sentimientos se retroalimentan entre sí. Mientras que la culpa aparece ante el dolor por el daño causado, la vergüenza se experimenta cuando nos percibimos con la falta de una habilidad o capacidad que se presumía deberíamos tener.

Radiografía de la culpa

Para entender la culpa hay que conocer cuáles son sus elementos:

* Acto causal, real o imaginario.
* Percepción y autovaloración negativa del acto por parte del sujeto, mala conciencia.
* Emoción negativa derivada de la culpa, remordimientos.

La combinación de estos elementos puede dar lugar a dos tipos de culpa:

Culpabilidad sana o manifiesta: aparece como consecuencia un perjuicio real que le hemos causado a alguien. Su utilidad reside en ayudarnos a respetar las normas y a no perjudicar a los demás. La culpa funciona aquí como un castigo cuando no las cumplimos.

Culpabilidad mórbida: no ha existido ninguna falta objetiva que justifique dicho sentimiento. A diferencia de la anterior, este tipo de culpabilidad es destructiva y no nos ayuda a adaptarnos al medio. Cuando la culpa no funciona bien (no cumple su función adaptativa) puede ocurrir por exceso (relacionada con alteraciones psicopatológicas como la depresión) o por defecto (asociada con elevados niveles de perfeccionismo).

Autoculpa y culpabilizadores

La culpabilidad es un arma poderosa, pues puede utilizarse para ejercer poder y obtener de los otros lo que quieren. Las personas culpabilizadoras intentan hacernos creer que nuestra culpabilidad está justificada y así aprovecharse de nosotros. A esto se le denomina chantaje emocional: “no haces lo que se espera de ti”, “no sé cómo has sido capaz de…”, “si hubieras… no habría ocurrido”, etcétera. A partir de la inducción de culpa buscan nuestra sumisión o la consecución de sus objetivos. Por eso, debemos evitar este perfil de personas.

Retrato de un culpabilizador

Algunas de las características de las personas culpabilizadoras son:

* Se está quejando casi siempre.
* Suele ser buen conversador y encantador (facultativo).
* En general, suele ser apreciado, nunca tiene la culpa si las cosas se tuercen.
* Te hace creer que es culpa tuya si las cosas no van bien.
* Te hace creer que su felicidad está en tus manos.
* No te acusa directamente, sino de forma retorcida y sutil.
* Te sientes culpable en su presencia, tienes la impresión de hacer las cosas mal e intentas cambiar para darle satisfacción.

Consecuencias de la autoculpa

Las personas que tienden a autoculpabilizarse de forma frecuente sienten un importante malestar emocional, desprecio por sí mismo, desvalorización, etcétera. Estos sentimientos se asocian a un elevado nivel de autoexigencia, perfeccionismo, obsesividad y tristeza, además de un nivel muy bajo de autoestima.

La autoculpa nos engaña haciéndonos sentir que no hemos sido capaces de resolver algo que nosotros creíamos controlar, generándonos frustración y desasosiego. Por otro lado, la autoculpa es peligrosa en el sentido de que si cargamos nosotros con toda la culpa, liberamos a los demás de la suya y les incapacitamos para que aprendan a reparar errores o a no volverlos a cometer.

Prevención: qué hacer para no sentirnos culpables

Algunas personas niegan la culpa mediante estrategias como la negación de la conducta, el olvido del hecho, la minimización de los daños, la justificación o la atribución a factores externos. Sin embargo, estas estrategias no son adecuadas, ya que son propias de personas que no son conscientes del daño que han causado o que sí lo son, pero no quieren verlo y lo camuflan para no sentirse mal consigo mismos.

La culpa sana no hay que prevenirla, pero sí la culpa mórbida. Para ello recuerda que cada cual elige cómo se siente y que cómo se sienta otra persona finalmente depende de ella. Por lo tanto, el sentirse culpable es una elección. Esto no te exime de tu responsabilidad, pero cambia las verbalizaciones negativas por “me he equivocado…, ahora intentaré arreglarlo e intentaré no volver a hacerlo”. Estas autoafirmaciones nos harán sentir mucho mejor y nos ayudará a reparar el daño.

También es importante que asumamos que no podemos controlar todo lo que pasa a nuestro alrededor y que las culpas deben repartirse de forma equitativa, no sólo con el fin de aliviarnos del peso de la misma, sino para dar la oportunidad a los otros de reparar su parte de culpa y evitar que vuelvan a cometer esa acción.

Intervención: cómo dejar de sentirme culpable

Identifica la conducta y sentimiento de culpa: cuando la culpa no es identificada genera un malestar difuso que no acertamos a expresar. Pregúntate por qué te sientes mal y qué te ayudará a estar mejor.
Expresa verbalmente y a nivel emocional tu arrepentimiento a las personas perjudicadas o implicadas: hazles saber que te sientes culpable y los sentimientos asociados a este malestar.
Solicita el perdón: no basta con decir que te sientes culpable. Muchas veces las personas necesitan que les pidas perdón.
Expresa tu intención de llevar a cabo una conducta reparadora del daño así como la intención de que no se volverá a repetir. Además de solicitar el perdón la otra persona debe tener claro que no se va a volver a repetir el daño.

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