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Cuando la gente se cree sus propias historias para justificar sus acciones

Con frecuencia, las personas hacen todo lo posible por justificar sus acciones y convencerse a sí mismas (y a los demás) de que lo que han hecho es lógico y razonable, aunque no lo sea en absoluto.

Cuando hacen algo absurdo, ilógico o inmoral, la mayoría tiende a pensar que, si lo ha hecho, debe existir una buena razón para ello, e intentan por todos los medios encontrarla, incluso aunque se la tengan que inventar, creyéndose luego su propia invención.

Veamos algunos ejemplos basados en investigaciones:

Si ocurre un desastre natural, como un terremoto, los habitantes de ciudades cercanas pueden sentir también pánico, pero muchos tienden a pensar que no tienen motivo para tener miedo porque el terremoto no les afectó a ellos. Por tanto, buscan otra justificación diferente para explicar ese miedo. Lo que un grupo de investigadores encontró fue que, tras un terremoto en una ciudad vecina, aparecieron una gran cantidad de rumores en la ciudad que no se vio afectada pero cuyos habitantes sintieron el temblor y el miedo. Por ejemplo, decían que se acercaba una inundación, o que habría otro terremoto mucho mayor durante el eclipse lunar o que habría un ciclón en pocos días, etc. Con estos rumores, la gente justificaba su miedo. Por el contrario, este tipo de rumores no aparecía en la ciudad que sí había sido afectada por el terremoto, pues estas personas tenían una buena justificación para estar aterradas.

Si alguien te inyecta epinefrina (que produce palpitaciones, sudoración y temblor) cuando crees que lo que te inyectan son solo vitaminas, es muy probable que acabes inventándote algo para explicar esos síntomas. Así, los participantes de este estudio interpretaban estos síntomas de formas diferentes en función del contexto social en que se encontraban, pudiendo creer que estaban muy felices o bien que estaban enfadados, explicando así sus palpitaciones y otros síntomas.

Un equipo de psicólogos mostró a un grupo de estudiantes de la Universidad de Dartmouth y otro grupo de la Universidad de Princeton una grabación de un partido de fútbol americano especialmente sucio y violento en el que se enfrentaban los equipos de ambas universidades. Les pidieron a los estudiantes que fueran objetivos y que tomaran nota de cada una de las infracciones cometidas, quién la cometió y cómo empezó. Resultó que el modo como interpretaban el partido dependía de a qué equipo pertenecían y de lo comprometidos que estaban con el equipo. Al fin y al cabo, la creencia de que tu equipo es el mejor y que juega limpio, es disonante con la evidencia de las infracciones o la violencia en el partido.

 

¿Por qué recurrimos a las autojustificaciones? La disonancia cognitiva

La disonancia cognitiva es un estado de tensión interna que se produce cuando una persona mantiene, simultáneamente, dos cogniciones que son contradictorias o inconsistentes (las cogniciones son ideas, creencias, actitudes, opiniones, etc.). Por ejemplo: «Soy una buena persona» y «he estafado a un amigo». Si estafas a un amigo y al mismo tiempo te consideras una buena persona, estarás en un estado de disonancia que resulta bastante desagradable, de manera que intentarás hacer algo para eliminar la disonancia.

Para reducir la disonancia y el malestar que provoca, lo que hacemos a menudo es cambiar una de las cogniciones, o ambas, para hacer que sean más compatibles. Por ejemplo: «En realidad no era un buen amigo y se lo merecía porque sé que me habría hecho lo mismo, de manera que no he hecho realmente una estafa».

Igualmente, las cogniciones «soy fumador» y fumar produce cáncer» son disonantes. El mejor modo de acabar con la disonancia sería dejar de fumar, pero para la mayoría de la gente eso no es fácil, de manera que el fumador buscará justificaciones como: «Muchas personas inteligentes y cultas fuman, por lo que no será tan malo», o «Tal vez viva menos, pero disfrutaré del placer de fumar», o bien empiezan a fumar tabaco de liar porque creen, erróneamente, que es menos dañino, aunque elegirán creer esta idea sin buscar evidencia científica que la apoye.

Cuando a principios de los años 60 se descubrió que el tabaco produce cáncer, solo el 10% de los no fumadores pensó que esa afirmación era falsa, mientras que el 40% de los fumadores la consideró falsa, diciendo que no se había demostrado nada.

Así mismo, las personas tienden a creen que fuman menos de lo que en realidad fuman, sobre todo si son conscientes de los peligros del tabaco: cuanto más conscientes sean del peligro más se convencen de que fuman menos de lo que fuman.

Cuanto más comprometida esté una persona con una creencia o actitud, mayor será su predisposición a rechazar la evidencia que produzca disonancia. Si no te consideras una persona honesta tampoco te producirá disonancia hacer algo que se considere deshonesto, pero si te consideras honesto y además piensas que la honestidad es muy importante, el hecho de hacer algo deshonesto te producirá una disonancia tan fuerte que intentarás reducirla por todos los medios, negando incluso la evidencia.

A estudiantes universitarios que estaban a favor o en contra de la pena de muerte les mostraron dos artículos científicos: uno de ellos confirmaba que la pena de muerte hace disminuir los crímenes violentos, mientras que el otro confirmaba justo lo contrario. Aunque lo lógico sería pensar que, tras leer ambos artículos los dos grupos de estudiantes se acercarían en sus creencias, sucedió justo al contrario: los estudiantes tendieron a dar validez al artículo que confirmaba sus creencias (haciéndolas más fuertes) y rechazar el otro (encontraban en él errores metodológico o de otro tipo), de manera que sus opiniones se hicieron aún más fuertes y sus posturas se distanciaron más. Es decir, los artículos les habían producido disonancia cognitiva.

Por este motivo, cuando una persona está muy comprometida con una idea política o religiosa, es casi imposible que llegue a ver las cosas de otra manera, por muy poderosos que sean los argumentos o la evidencia que les muestren para que cambien de opinión. En cambio, si su compromiso con dicha idea es más débil, estará más dispuesta a escuchar argumentos opuestos y aceptar la evidencia contraria.

 

Los peligros de la disonancia


La reducción de la disonancia es, por tanto, una forma de defensa que nos permite seguir manteniendo una imagen positiva de nosotros mismos. Aunque nos ayuda a sentirnos mejor, también nos lleva a pensar de un modo que nada tiene que ver con la lógica, negar la realidad e inventar historias que luego nos creemos, no recordar cosas importantes o no pensar en aquello que producen disonancia.

Por supuesto, las personas son perfectamente capaces de pensar de manera racional, pero cuando se enfrentan con una disonancia, existen muchas probabilidades de que no lo hagan.

No todo el mundo reacciona igual ante la disonancia. Algunas personas la toleran mejor que otras pero, según las circunstancias y el tipo de cognición que esté en juego o nuestro compromiso con ella, todos podemos comportarnos a veces de un modo reductor de disonancia; es decir, pensando de un modo ilógico y absurdo.

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Un comentario en «La autojustificación»
  1. Bastantes veces buscamos razones para hacer lo que queremos hacer. Tratamos de justificar racionalmente y moralmente lo que sólo es el cumplimiento de un deseo.

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